¿De qué serviría salir de la consulta con el médico sin dinero para comprarse el medicamento, sobre todo cuando se sabe que es necesario empezar el tratamiento inmediatamente? Para millones de brasileños, el derecho a la salud era limitado a la atención por parte de un clínico o de especialistas, pero no venía acompañado de otro derecho básico: el acceso a los bienes capaces de asegurar una vida sana.

El gobierno amplió los subsidios para los medicamentos, innovó al crear una red de distribución de esos medicamentos, la Farmacia Popular, que pasó también a distribuir gratuitamente medicamentos para las enfermedades crónicas más comunes entre los brasileños de todas las clases sociales, géneros y regiones. Pero los mayores beneficiados, sin duda, fueron los ancianos, que antes convivían con el fardo de tener la calidad de vida irremediablemente comprometida por el peso del costo de los medicamentos en el presupuesto doméstico.