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Si bien es cierto que todos los segmentos sociales tuvieron aumento de ingreso en los últimos años, por primera vez en décadas los más pobres salieron ganando en la comparación: entre 2003 y 2012, el 10% más pobre tuvo un crecimiento acumulado del ingreso real per capita del 107%, mientras que los más ricos obtuvieron un incremento del 37% en el ingreso acumulado, según estudio del Instituto de Investigación Económica Aplicada (Ipea). Los aumentos reales fueron casi 3 veces mayores para los brasileños más vulnerables socialmente. El muro de la desigualdad, que parecía infranqueable, empezó a ser superado.
Al principio, decían que el Bolsa Familia estimularía la pereza y el ocio. Estaban equivocados: los recursos del programa calentaron el mercado y, hoy, el 75% de los beneficiarios adultos está en el mercado de trabajo, a la vez que 1,3 millón está calificándose, por medio del Pronatec (Programa Nacional de Acceso a la Educación Técnica y al Empleo), para alcanzar mejores condiciones de inserción en el mundo del trabajo. Entonces, los adversarios pasaron a repetir que el acceso fácil al crédito endeudaría a la población, como si el pueblo no supiera qué hacer con su dinero. Se equivocaron mal: las encuestas muestran repetidamente que la población de bajos ingresos sabe cada vez más controlar sus gastos.
Después, dijeron que la garantía de nuevos derechos laborales causaría desempleo en masa para las empleadas domésticas. Nada de eso ocurrió. No pasaba de un chantaje de los que ven a las mujeres pobres como mano de obra fácil y barata. Para poner en práctica las políticas de inclusión social, Lula y Dilma tuvieron que enfrentar el prejuicio y la resistencia de esa parte de la sociedad que siempre tuvo acceso a todos los bienes y servicios e intentó mantener en Brasil el enorme abismo que siempre existió entre pobres y ricos. La diferencia es que la amplia mayoría de los brasileños ya no acepta retroceder. Ahora, ellos saben que crecimiento sí puede rimar con derechos sociales y oportunidades para todos.
En 2003, las clases A, B y C correspondían al 46% de la población brasileña y pasaron al 67,8% en 2012. Ese crecimiento corresponde a 51,7 millones de personas más en las clases A, B y C.
“Brasil se industrializó y forjó un notable y diversificado parque productivo, pero no venció el hambre. Eso no puede seguir así. Mientras haya un hermano brasileño o una hermana brasileña con hambre tendremos motivos de sobra para cubrirnos de vergüenza... Si al final de mi mandato todos los brasileños tienen la posibilidad de desayunar, almorzar y cenar, habré cumplido la misión de mi vida”.
(Discurso de asunción en el Congreso Nacional, el 1 de enero de 2003)
Desarrollo con inclusión social
“Si goberné bien es porque antes de sentirme un jefe de Estado me sentí un jefe de familia que sabía de las dificultades de sus hermanos para llevar comida a la mesa, para darles escuela a sus hijos... Si gobernamos bien fue principalmente porque logramos librarnos de la maldición elitista que hacía que los dirigentes políticos de este gran país gobernaran para tan solo un tercio de la población y se olvidaran de la mayoría de su pueblo que parecía condenada a la miseria y al abandono eternos. Mostramos que es posible y necesario gobernar para todos... Construimos juntos un proyecto de nación basado en el desarrollo con inclusión social.”
(Pronunciamiento de despedida en cadena de radio y TV, el 23 de diciembre de 2010)
“Redujimos sobre todo nuestra deuda social, nuestra histórica deuda social, rescatando a millones de brasileños de la tragedia de la miseria y ayudando a otros millones a que alcancen la clase media. Sin embargo, en un país con la complejidad del nuestro es necesario querer siempre más, descubrir más, innovar en los caminos y buscar siempre nuevas soluciones. Solo así podremos asegurar a los que han mejorado de vida que ellos pueden alcanzar más y probar a los que aún luchan por salir de la miseria que ellos pueden, con la ayuda del gobierno y de toda la sociedad, cambiar de vida y subir un peldaño. Que podemos ser, de hecho, una de las naciones más desarrolladas y menos desiguales del mundo. Un país de clase media sólida y emprendedora. Una democracia vibrante y moderna. Plena de compromiso social, libertad política y creatividad”. (Discurso de asunción en la Cámara de Diputados, el 1o de enero de 2011)
Adair Carneiro Trindade, de Vacaria/RS
"Cambios sociales, realmente, solo los he atestiguado de 12 años a esta parte, cuando finalmente, con mucha alegría, pude ver al ciudadano más pobre yendo al supermercado a comprar, estudiando, cursando la facultad, trabajando, adquiriendo su casa y coche propios, etc. En resumen, vi al ciudadano antes desplazado socialmente obteniendo su dignidad. Sin Lula y Dilma, creo que eso sería imposible. Le pido a Dios que este gobierno siga, pues en verdad es el pueblo brasileño el que estará ganando y no podemos retroceder hacia la miseria y hacia aquella forma moderna de esclavitud. No soy beneficiario del Bolsa Familia, pero aprecio mucho ese importante programa social, que vino para sacar al brasileño más pobre del hambre, un brasileño que había sido, de una forma o de otra, impedido de estudiar, de tener dignidad. ¡Mi conquista fue haber podido ver este Brasil mejor!"
Verônica de Oliveira Lima, estudiante de Governador Valadres/MG
"Cuando Lula llegó al gobierno, mi familia vivía por debajo de la línea de la pobreza, éramos miserables. Hoy, estudio Derecho por el ProUni, me compré un apartamento a través del programa Mi Casa Mi Vida y recién fui admitida por concurso a un puesto en la Caixa Econômica Federal... El mayor legado de Lula y Dilma es permitir que las personas crean en sí mismas".
Andréia Oliveira, de Penápolis/SP
"La elite brasileña piensa que cuando la persona es pobre espera todo del gobierno, lo cual no es cierto, yo soy la prueba de ello. Digo con orgullo que sí lo necesité al gobierno para iniciar mis estudios, pero hoy puedo pagármelos sola y estoy muy feliz por eso".