La extraordinaria inclusión social promovida por los gobiernos del PT se refleja también en la inclusión bancaria. En solo ocho años de gobierno Lula, 45 millones de brasileños - contingente mayor que la población de Argentina (41 millones) - pasó a tener acceso a servicios bancarios. Una vez que los más pobres, en los gobiernos anteriores, prácticamente no tenían ingresos, no tenía sentido que se abrieran una cuenta corriente o una caja de ahorro. Con la generación de empleos, la valorización del salario mínimo, los programas de transferencia de ingreso y otras políticas de combate a la desigualdad de Lula y Dilma, mantener una cuenta corriente pasó a tener todo sentido - para organizar las finanzas, hacer que el dinero rinda, tener acceso al crédito, comprar en cuotas lo que no se puede pagar en efectivo. Una cuestión de ciudadanía.

La inclusión bancaria de las familias de bajos ingresos aumentó significativamente en los gobiernos Lula y Dilma. Entre 2003 y 2010, el número de personas físicas con vínculo a un banco o cooperativa de crédito saltó de 70 millones a 115 millones. En ocho años de gobierno Lula, el número de brasileños con acceso a servicios bancarios pasó del 40% al 59%, y siguió creciendo con Dilma (63% al final de 2012). La tendencia es de una inclusión cada vez mayor, gracias a la movilidad social impulsada por los gobiernos democráticos y populares. En 2003, 66 millones de brasileños tenían un ingreso mensual per capita entre R$ 214,00 y R$ 923,00 y pertenecían a la clase C. La proyección de la Fundación Getúlio Vargas es de que ese número llegue a 113 millones de personas en 2014.