Entrar en la cola para el trasplante de un órgano significaba iniciar una terrible lucha contra la enfermedad y contra el tiempo. Muchas veces la muerte llegaba antes. La espera todavía es angustiante, pero ya es bastante menor que en 2002. La cola para recibir una córnea es un símbolo de ese cambio positivo: en seis estados brasileños (Paraná, Pernambuco, São Paulo, Rio Grande do Sul, Acre y Minas Gerais) y en el Distrito Federal ya no hay más espera. Otros siete estados deben seguir la tendencia.

El número de trasplantes realizados por el SUS aumentó un 118% en una década. Para alcanzar ese resultado, el gobierno cuadriplicó los recursos invertidos en la oferta de cirugías y mejoró el mecanismo de captación de órganos. El cambio en la cultura de los brasileños, con la gradual quiebra de prejuicios de potenciales donantes, también fue decisiva: hoy, el rechazo a la donación cayó a un 45%. La tasa de reacciones negativas era del 80% en 2003.
Otro dato que refuerza ese cambio de comportamiento es el de que Brasil tardó 23 años (1987 a 2010) en llegar a 9,9 donantes por millón de personas mientras que, en los últimos tres años, ese índice creció a 13,5. La meta es llegar a 15 donantes por millón hasta 2014.