Tener una salud pública universal y de calidad es consenso en la sociedad, ¿correcto? Una tesis defendida y apoyada por todos... En realidad, no es tan así. En dos momentos recientes de los gobiernos Lula y Dilma, fuerzas conservadoras se unieron para echar abajo propuestas que aseguran más recursos y amplían la atención médica en áreas y ciudades desasistidas: la Contribución Provisoria sobre el Movimiento Financiero (CPMF) y el programa Más Médicos.

Derrotando al gobierno en el Congreso Nacional al final de 2007, esas fuerzas conservadoras lograron acabar con la CPMF. De la anoche a la mañana, se retiraron del Presupuesto Nacional R$ 40 mil millones anuales. Eran esos los recursos que el impuesto del 0,38% sobre los cheques proveía al Sistema Único de Salud. El objetivo de la oposición era afectar al presidente Lula y debilitar su gobierno, para vencerlo en las elecciones de 2010. Pero quien pagó la cuenta fue el pueblo, la salud del pueblo.
Seis años después, una nueva embestida intentó inviabilizar el programa Más Médicos, preparado para darles a los brasileños más pobres el acceso a la atención médica que la clase media y los ricos siempre tuvieron. El prejuicio y la mentira se unieron para, vean ustedes, afectar a Dilma en vísperas de las elecciones de 2014. Y, una vez más, las víctimas fueron las capas populares. Aquellas que más necesitan una salud pública inclusiva y de calidad.
Pero ni Lula ni Dilma cedieron a las presiones. El resultado es que, incluso sin la CPMF, nunca se invirtió tanto en salud en Brasil como en estos últimos 12 años: el monto per capita pasó de R$ 244,80 en 2003 para R$ 413,00 en 2013. Además de eso, el programa Más Médicos ya es una realidad que beneficia a 50 millones de brasileños.